domingo, setiembre 02, 2007

En una atmósfera de delincuencia y prostitución

Huellas de un cambio

Por: Fidel Ríos Gonzáles.

En la Parada, uno de los lugares más peligrosos de Lima, ubicamos el ¨Hogar Madre Teresa de Calcuta¨. Se trata de una zona considerada “tierra de nadie”, pese a la presencia policial. Por más de cuatro décadas, los propietarios de los puestos del mercado que colinda al hogar de las hermanas, desafiaron al tiempo y a las autoridades para impedir su desalojo de Tacora – La Parada.

¿Tacora? Era una conocida zona de venta de artículos robados, donde no solo podían encontrarse televisores, radios, juguetes, medicinas, repuestos de todo tipo, cámaras fotográficas y filmadoras. Había también hombres y mujeres empobrecidos, que vendían zapatos viejos, revistas pasadas, bicicletas en desuso, vestidos estropeados, fierros, maderas desechadas, puertas de casas, ventanas, lámparas, cubiertos, objetos pornográficos y trajes de novia, entre otros. El entorno perfecto para albergar delincuencia y desorden.

Testimonios recogidos en el lugar señalan que en sus inicios, alrededor de los 60, no se vendía mercadería robada. Pero con el paso de los años el rostro de Tacora fue cambiando. La delincuencia se instaló en el lugar, el hampa se apoderó de sus calles, y vinieron luego los asaltos, robos y crímenes. Según la Policía Nacional, siete bandas de “cogoteros” se extendían por la avenida Aviación.

El entonces alcalde de Lima, Alberto Andrade, decidió poner en marcha la erradicación de unas mil 500 personas que realizaban todo tipo de transacciones al menudeo en dos kilómetros de la avenida Aviación, ubicados entre Grau y México. Sin embargo, la ejecución del proyecto tardó y fue finalmente realizada por el actual burgomaestre, Luis Castañeda Lossio.

Con una inversión de 4.5 millones de soles, la Municipalidad de Lima desalojo a los comerciantes de lo ajeno, separándolos de los que comercian con artículos de segunda mano. Con esto hicieron de la avenida Aviación un lugar más accesible. No obstante, la delincuencia continúa. Es por esto que el ingreso para los voluntarios al hogar tiene un horario muy restringido, esto sin contar las medidas de seguridad que han tenido que tomar las hermanas para poder preservar su hogar.

No es extraño escuchar a un grupo de “pirañas” o delincuentes infantiles golpear la puerta del hogar al mediodía, para pedir comida. Ante esto la respuesta de las hermanas sorprende. Ellas dicen que saben diferencian muy bien la pobreza de la delincuencia, y que el hogar no es albergue de delincuentes, sino de pobres y enfermos.

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